Atrás quedan (por suerte) dos hitos de la agenda progresista, hitos que están hermanados en sustentos y sustratos a ratos absolutos y de una agobiante verborrea, aunque hoy algunos colectivos toman distancia y reconocen pactos estratégicos en el pasado reciente entre esas M. Ambos hitos están hermanados en enemigos en común, levantando denuncias y soluciones desde el relato y charlatanería. Levantan enemigos y agendas desde lo discursivo, un poderoso encanto al cual muy pocos nos hemos resistido no gratuitamente. Sus soluciones son radicales y por ahora chocan con la realidad patriarcal.
No solo instalan discursos y petitorios, cada cierto tiempo realizan intervenciones callejeras y desfilan mediante marchas altisonantes, con consignas en días asignados. Hoy el petitorio contiene la lucha infinita en contra: del patriarcado, capitalismo, el invasor Israel y tantos otros enemigos remontables hasta Adán. A la par, el petitorio exige salud (abortos libres), educación (no sexista), medios de comunicación (popular y feminista), familia (no biparental ni capitalista) y otras exigencias que cuesta entender su fundamentación y materialización.
La realidad es vista a través de buenas, malos y enemigos por denunciar, enfrentar y vencer. La nueva realidad se compone del uso de la “x” a modo de sexta vocal y de la “e” como vocal liberadora de las cadenas del lenguaje patriarcal. Uno de esos enemigos es: el fascismo. Ambas fechas se levantan ante este enemigo poderoso del siglo XX, ven (según ellos y ellas) que avanza por Europa y América. De alguna forma u otra, todo lo que es distinto a esos hitos es: fascista.
Establecen una dicotomía difícil de eludir, incluso recurren al maniqueísmo de reducir la realidad (su realidad) en una oposición asfixiante: lo bueno y lo malo (enemigos). Entonces, si estás con el 8M y 11M, estás en el lado correcto: lo bueno. Cabe preguntarse: ¿Es posible dialogar y debatir desacuerdos? ¿Quién define el lado correcto? ¿Ocupan el concepto de fascismo sin estar consciente de sus orígenes y alcances? Sin ánimo de aburrir con algunas disquisiciones, conviene recordar algunos aspectos del llamado fascismo y con ello apelar al rigor histórico ante acusaciones, caricaturas y censuras por parte del 8M y el 11M ante sus enemigos.
Lo primero que no resiste mayor análisis es la deshonestidad intelectual por emparentar fascismo y capitalismo. Es posible rastrear orígenes y fórmulas en común entre el fascismo y el marxismo, por ejemplo, en sus nociones de control estatal: ambos colectivismos coartan e incluso niegan lo individual. Ambos son socialistas y el bien común queda sujeto a la autoridad política y todo queda bajo el control del Estado. Ambos creen en enemigos de clase y origen. Incluso sospechan de lo religioso y cuestionan la naturaleza del ser humano, todo queda sujeto a lo social y político. Los y las que acusan a otros de ser fascistas dicen ser democráticos y luchar por más y más libertades (sin sustento). Hoy el feminismo detrás el 8M tiene más rasgos fascistas de lo que cree y entiende. Hoy ven la democracia nuevamente como un medio para acceder al control total.
El 11M celebra su segundo año entrampado en una lucha artificial e ideológica con Israel y con el fascismo, alguien en algún momento los bautizó como baluartes y defensores de la democracia. El gobierno aprende a caminar (gobernar) de la mano del Partido Comunista (PC) y tratan desesperadamente de mostrarse como una nueva izquierda ajena a los crímenes del marxismo y de su estela de sangre por todo el mundo mediante dictaduras, algunas aún se mantienen en el poder. El presidente Boric insiste obsesivamente en preocuparse de Gaza sin considerar la violencia salvaje que sufren las poblaciones locales, el dolor de los incendios en Viña del Mar, los problemas en educación en el norte y otras situaciones. El listado aumenta día a día.
En esta celebración del segundo año de la alianza del Frente Amplio con el PC no hay mucho por celebrar ni conmemorar, salvo desde el relato, desde lo discursivo, para ellos Chile hoy está mejor que ayer, el problema es que la izquierda suele olvidar acomodaticiamente el ayer cuando no les conviene. Olvidan la brutalidad de Hamas, el secuestro de mujeres y niños desde Israel hoy en cautiverio (un secuestro permanente).
Olvidan a los niños de nuestra franja muertos en las calles, las cifras en aumento de violencia intrafamiliar y de cesantía que afectan precisamente a mujeres de los sectores populares, esas mujeres que no necesariamente tienen el tiempo para presenciar una performance en la plaza dignidad (la siguen llamando así algunos colectivos octubristas con resaca) ni en otras plazas y menos de marchar por ideales que no resuelven el almuerzo del día siguiente. Las otras mujeres, las compañeras se alistan para la siguiente marcha y su propósito internacional: romper relaciones con Israel. Por ahora en marzo no hay nada que celebrar ni conmemorar.
Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia