Los delitos de cuello y corbata ya no causan indignación, esa indignación que algunos levantaron como la madre del cordero en el llamado estallido social.
Lexus: delitos de alta gama
Hoy existe una descomposición y relativización de la idea y sensación de justicia, ese pilar del mundo civilizado que reemplaza la venganza y lo primitivo, pero que cada día nos decepciona e instala algo peor: una sensación de injusticia e impunidad. En el Chile actual es posible acceder a autos de alta gama mediante las siguientes alternativas:
- Comprar a través de recursos propios fruto del trabajo, créditos disponibles o un golpe de suerte.
- Adquirir mediante los dineros lucrativos del negocio de la droga, el narcotráfico y trampas.
- Quitar violentamente a personas inocentes e imprevistas a través de encerronas y portonazos.
- Renovar los autos de unos pocos jueces que necesitan trasladarse cómodamente desde sus casas al “olimpo justiciero”.
No todas las alternativas presentadas constituyen delitos, pero reflejan algo que llegó para quedarse: una cultura de ostentar y aparentar una vida de lujos en contraste a un sinnúmero de problemas sin resolver e imponderables del día a día en los más humildes con sus dificultades materiales e inmateriales. En tres de las cuatro alternativas presentadas hay una sensación injusticia y de desconexión por parte de la elite judicial en su toma de decisiones.
Hay quienes creemos que la autoridad debe serlo y parecerlo. Y que la justicia debe tener en el centro a las víctimas sin ser una prioridad movilizarse en un lexus del año.
Hoy los distintos delitos se han normalizado en la prensa y los matinales.
Ya es común leer en diarios y en redes sociales sobre: secuestros, extorsiones, balaceras, torturas, desaparecidos, amenazas, estafas y trata de personas. A ello se suma que los imputados cuentan con un historial de reincidencias, no cumplimiento de medidas cautelares o simplemente con órdenes de detención pendientes y otras situaciones grotescas del sistema judicial que vive en otro Chile.
Los delitos de cuello y corbata ya no causan indignación, esa indignación que algunos levantaron como la madre del cordero en el llamado estallido social.
Hoy los delitos mencionados ya no causan espanto y el clásico programa de TV llamado Mea Culpa ya no causa estupor ni remueve nuestra consciencia frente a delitos que dejan a ese programa de TV como un anecdotario, la realidad (real) sobrepasa los guiones y series. Los delitos hoy son macabros y de una maldad que no requiere de justificación sociológica.
La inseguridad llegó para quedarse ante un gobierno reactivo y voceros que nos envuelven en palabras y cifras.
Sus llamados a no sentirnos inseguros son portazos y sus palabras molestan tanto como las balas en las poblaciones. Esos voceros: Monsalve, Vergara y Vallejos no viven en las comunas afectadas y se movilizan con choferes y escoltas. Esos apellidos hoy perfectamente suenan a bandas impunes que difunden discursos pero que viven en comunas seguras.
El Chile digno y frenteamplista post estallido es reactivo frente a los muertos y los tipos de muertes del crimen organizado. Esa importación no tradicional que llegó para quedarse ante un Estado que remozó a los carabineros actualizando sus uniformes, un Estado que un verdadero cómplice pasivo ante la muerte de niños inocentes.
La cultura de la muerte azota cual Atila y sus jinetes
HOY EXISTE OTRO DELITO
Lo anterior no es todo, hoy existe otro delito que se extiende por todo el país en la angosta franja, esa tierra en el suroeste que hoy arde a diario con incendios simultáneos que afectan personas, poblados, ciudades y al espacio natural.
Yo no sé si es el cambio climático, yo pido que esos delitos sean calificados de terrorismo, esa acción de infundir miedo que se traduce en muertes humanas y de la flora y fauna. Tras los incendios en Viña del Mar vemos a los más humildes ponerse a la fila mientras el habitante del palacio retoma sus vacaciones.
El terrorismo debe ser perseguido y condenado de manera ejemplar incluso con la acción militar donde sea necesario, estamos siendo reactivos y cediendo espacio ante el crimen organizado transnacional que no respeta ni valora nada del ser humano y la sociedad democrática.
Hay quienes desde hace rato han incendiado este país desde sus discursos y hoy han pasado a los hechos, la historia se repite: primero esparcen el odio y la indignidad a modo de combustible y luego todo arde, es más fácil destruir que construir.
Disculpen la torpeza y molestia, pero soy de los que creen que el octubrismo también es un delito y sus defensores: cómplices activos que llegaron al gobierno y circulan con escoltas y autos de alta gama.
Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia y Ciencias Sociales.