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LA “UNIDAD”

“Compañero, lo primero es resolver el problema del poder. Después vendrá todo lo demás”.
LA “UNIDAD”

LA “UNIDAD”

“Compañero, lo primero es resolver el problema del poder. Después vendrá todo lo demás”.

A simple vista, cualquiera podría pensar que se trata de una afirmación de nuestros días entre personeros de toda clase del espectro político. Pero no. Se trata de una vieja cuña espetada por el otrora dirigente socialista de los años 60, Ramón Silva, en el marco de la elección de representantes de una federación universitaria.

Pese a la especificidad ambiental en que esta frase fue esgrimida, es una demostración palmaria, casi perfecta e inmejorable de la naturaleza de la política de hoy y de siempre, a saber: la final disputa entre fuerzas antagónicas por la conquista, retención y ejercicio del poder. Y qué mejor mascarada para su asalto y conquista que el llamado a “la unidad”.

Después de todo, cuando de poder y coacción se trata, -casi- toda conceptualidad sirve. Para el caso actual de nuestro país, y especialmente en materia de tensión política, el vocablo encontró un nicho de difusión inmejorable.

Petición de principios

Sin embargo, como se trata de distribuir cuotas de influencia y poder, hay que buscar la manera más sólida de sostener la máscara para evitar su caída. Después de todo, el problema es -como decíamos- el del poder. Y aunque la sonoridad de la unión se escucha cadenciosa, resulta imposible soslayar el ritual de desempolvar y encender las viejas calculadoras que permiten proyectar las probabilidades de amoblar la casa propia o sostener la estantería cuanto más se pueda.

Nada de propuestas coalicionales, nada de proyectos país a mediano o largo plazo, nada de gestas colectivas, nada de capacidad de gestionar y proyectar soluciones a problemas en acciones concretas, y peor aún, nada de mirarse a sí mismos ni entre ellos para tratar de entender qué son y qué aspiran edificar. De un segundo a otro, queda resuelto el problema que había que resolver sin haberlo resuelto en realidad.

¿Entonces?

Resuelto el cálculo, llegó la hora del llamamiento. Vengan los de allá, vengan las minorías sexuales, vengan las feministas -estandartes de la camorra- vengan los adocenados compañeros de ruta de toda una vida. Vengan comunistas, socialistas, radicales, frente “amplistas”, pepedés, liberprogres, y decés. Hay que dar el sí de las niñas a cualquier costo. Las oleadas de accidentes, dimes y diretes, discusiones, reveses e intrigas bien merecen una tregua si de frenar el avance de la “ultraderecha” se trata, o si de garantizar las conquistas sociales viene el asunto.

Juzgue usted, el orden social erosionado en el último lustro no cubre ni la necesidad más elemental, aún con papeles en regla.

Carlos Parada

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