Alejado de lo políticamente correcto en su país y donde sea
Agustín Laje: un pez en el agua
No es un argentino cualquiera, su tono de voz y su rapidez al hablar lo hacen único. Es tan veloz como los mejores tiempos del fideo por la banda (Ángel Di María). Escritor, polemista, comentarista y politólogo, es el representante del sentido común, alejado de lo políticamente correcto en su país y donde sea.
Es una figura que se mueve a contramano (contra corriente) frente a los lugares comunes del mundo actual. Enfrenta mano a mano a sus rivales, no cede ante la izquierda vociferante del continente ni elude el debate con el progresismo de las identidades. Laje, es una figura sin filtro al momento de replicar y divulgar su visión de mundo.
De paso por Chile, se siente como pez en el agua en paneles y entrevistas, un pez alejado del cardumen tradicional (esa derecha de aquí y allá que prefiere no quedar mal con nadie), prefiere enfrentar las consignas y las modas del progresismo.
Comenta, argumenta y polemiza sobre los temas contingentes y rebate al vanguardismo de la vieja y nueva izquierda.
Hoy, es el representante de la batalla cultural con las armas ya mencionadas (nunca con piedras, descalificaciones, funas ni cancelaciones) ante una mirada de mundo riesgosamente única y monopolizada por la izquierda.
Una izquierda que declara sin sonrojarse sus medios y sus fines.
Hay quienes aún se resisten a aceptar que existe esa hegemonía cultural y una agenda clara en manos del progresismo, no es banal ni una desconfianza trasnochada (en modo conspiración) identificar y denunciar los pasos discursivos de la izquierda actual, palabras que buscan convertirse en leyes de las identidades y sensibilidades infinitas. Es una avalancha sonora.
En una de las entrevistas tras su paso por Chile, y en pocos segundos, diagnosticó las contradicciones del país (las reales) y los peligros de no golpear a tiempo la mesa ante una izquierda vociferante, esa que es dueña de la calle y de los espacios de discusión.
Laje, nos recuerda que gran parte de la derecha es complaciente estatista y temerosa. Y que “ese no lo vimos venir” de la clase política fue en cierto modo una renuncia; las estadísticas nublaron a varios en la toma de decisiones, creyeron que bastaba solamente con el mayor acceso a consumo por parte de la sociedad chilena, lo cual se tradujo en mejoras evidentes, pero se “entregó en bandeja” a la izquierda y la calle “los problemas sociales”, “las desiguales” y la necesidad de “dignidad”.
Desde ese entonces, la izquierda vieja y nueva (Partido Comunista y Frente Amplio), son trenes de olas persistentes golpeando al modelo y su viga maestra: la Constitución.
Las mejoras sociales y económicas no fueron suficientes ni son un muro de contención que resista “la presión social”, ni aquella rendición de la clase política tras la asonada de octubre.
En gran parte, el mayor acceso a consumo nos dejó anestesiados y vacíos, en ese escenario, la izquierda se volvió hegemónica desde la cultura y el lenguaje, copando el espacio, no es casualidad.
Hoy, ya no es suficiente recordarle y enrostrarle a la izquierda que goza de todos los beneficios y bienes de una economía de mercado ni sus contradicciones, porque la música en la fiesta la coloca el progresismo y el discurso lo escribe a su antojo, especialmente, en las universidades y centros de formación.
Agustín Laje, es ese necesario invitado de piedra, el aguafiestas frente a un lenguaje que sigue hablando de oprimidos y opresores, ya no en las fábricas ni en los campos sino en la ciudad misma a la par del acceso a mayor educación, cultura y ocio.
Laje, nos recuerda en suelo nacional que el vanguardismo no necesariamente está preocupado de las urgencias sociales, por el contrario, la agenda apunta al animalismo, feminismo, sexismo e indigenismo, en resumen, todo grupo o nicho desde el cual extraer demandas, quejas y recursos (fundaciones), con la cuota necesaria de victimismo y de denuncia en contra del patriarcado omnipresente, ese responsable de todas las opresiones actuales y venideras.
La agenda progresista necesita de los oprimidos, tienen que sumarse al rebaño vanguardista para liberarse del yugo capitalista. Aunque la agenda parezca trivial no lo es, la izquierda no deja nada al azar en el tablero social, menos en la cultura.
Al ser consultado por la noticia sobre “los peces sintientes” Laje lo toma con humor y preocupación, no es nuevo y lo viene alertando. Lamentablemente esta generación vacía desconoce la historia, desconoce la importancia vital de la pesca en los albores de la humanidad, desde la actividad local de subsistencia hasta los excedentes, lo anterior, no involucra depredar todos los recursos naturales.
La izquierda es hábil, juega con el miedo del “pez sintiente” y el peligro al cual se expone el inofensivo pez ante el capitalismo salvaje. En esa cancha la izquierda se siente cómoda y casi sin oposición.
Gracias Agustín, por sacudir la angosta franja y mostrar el camino del sentido común.
Es tiempo de golpear la mesa y debatirle a la izquierda comunista y frenteamplista, esa izquierda que está a un paso de movilizarse por el cautiverio de las peceras, a un paso de iniciar la revolución de las peceras, sustentado en lo que ellos definen como “sintientes” y convocar a marchas de “no más peceras”.
Por favor, no le digan a esta generación que existe una canción en la cual los “peces beben y beben, y vuelven a beber” ya que de seguro aparecerá algún especialista denunciando en representación de los peces que fueron obligados a beber. Parafraseando a Laje, hemos pasado de una generación idiota a una fallida.
Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia