El domingo 11 de agosto celebramos a los niños y su mundo invisible. Esa etapa fundante entre lo biológico, racional y emocional. Con risas, llantos y aprendizajes por doquier desde sus primeros pasos hasta el infinito y más allá.

Es muy importante celebrarlos y cuidarlos ya que el presente reúne un sinnúmero de desafíos y riesgos asociados a la niñez, en sus esferas y conciencias. El lugar común, señala que los niños de hoy son el mañana, el futuro de la sociedad humana. Ese mismo lugar común requiere que los cuidemos porque son frágiles y necesitan de una guía que los tome de la mano y los acompañe en su día a día.

La fragilidad mencionada no es sólo física, los riesgos son evidentes y lamentablemente hay quienes vulneran a los niños, con marcas casi indelebles.

Los niños más allá de la educación escolar necesitan cuidados en sus distintos espacios e interacciones, guste o no, hay adultos que son un riesgo inminente y camuflado. Es importante que estemos atentos al uso de los celulares, redes sociales, videojuegos, amistades; en general, a todas sus interacciones porque los riesgos no están solamente afuera ni son meras conspiraciones, hay lobos que se visten de ovejas y acechan al rebaño infantil.

Hoy, cierto vanguardismo insiste en instalar verdades que no van acompañadas de la evidencia suficiente, verdades que son experimentos con secuelas que están siendo advertidas por especialistas y otros testimonios, una advertencia y un llamado a la prudencia de algo que siempre nos dijeron: “ante la duda, abstente”. 

Esa duda dejó instalada el programa Informe Especial, en relación con la transexualidad a temprana edad, un experimento cruel en cuerpos que dejan de ser libres y pierden su fusión cósmica, mundana y divina. No todo es experimentable y el Estado no puede reemplazar a las familias en la educación y cuidados de la niñez.

Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia y Ciencias Sociales.