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La contienda metropolitana está desatada y polarizada, pase lo que pase ganará un Orrego

El Gobernador

El Gobernador

El primer gobernador del reino de Chile fue Pedro de Valdivia, con atribuciones en la administración y gobernación de las tierras, fue un representante en ultramar del rey. En el presente, el cargo de gobernador regional es difuso y sin la pompa real, representa al pueblo y se elige mediante votos. Incomprensiblemente algunos serán elegidos mediante una segunda vuelta (balotaje).

Una nueva elección de gobernadores en varias regiones (24 de noviembre), un despilfarro de recursos públicos en tiempos de crisis y escasez.

Un nuevo tiempo de campaña que no garantiza validar la institución regional ni sus funciones, una entelequia de espíritu descentralizador ante un centralismo avasallante. El regionalismo es una cojera constante que no ha sido solucionada. En la región metropolitana se disputará la batalla electoral, una especie de referéndum al malogrado gobierno de Boric, ya que el actual gobernador representa, quiera o no, al errático oficialismo.

El gobierno regional planifica acciones y dispone de un presupuesto

Desarrolla tareas multisectoriales, colabora con los temas emergentes, asigna recursos y aparece en lo mediático tras las lluvias en puntos de prensa, con impermeable y botas de agua. Es un cargo considerado, por no pocos, de irrelevante y bajo la sombra del delegado presidencial.

Llama la atención la escasez de voces y liderazgos actuales no cuestionando cargos y sobrerrepresentaciones. Tampoco aparece un llamado a la de reducción del Estado y la eliminación de la silla musical de operadores políticos, jefes de gabinetes y la infinidad de asesores financiados mediante gasto público.

La piñata estatal está reventada, pero es un tema impopular que sobrepasa estas líneas.

La contienda metropolitana está desatada y polarizada, pase lo que pase ganará un Orrego. Los candidatos en disputa reflejan el Chile actual con virtudes y defectos. El actual gobernador quiere la reelección, proviene de los vilipendiados 30 años, pero no dudó en arrimarse al frenteamplismo y al comunismo para mantenerse en la gobernación.

Un todo vale al menos cuestionable. Un pacto con el vanguardismo de izquierda, algo no tan nuevo para él, ya que anteriormente estuvo en sintonía con los proyectos refundacionales (el primer apruebo y la fatídica primera convención).

Varios han expresado la necesidad de un cambio en la gobernación tras cuestionamientos públicos a la gestión de Claudio Orrego, su travestismo electoral y sus paseos por los matinales.

En la otra vereda, aparece Francisco Orrego, el “facho pobre”, el que parece frenteamplista por su verborrea, con ideas nuevas de puro viejas, pero con un gran mérito, se para de tú a tú con quien sea y no teme reconocerse de derecha o nueva derecha, defiende su visión de mundo, aunque a ratos dice poco en mucho y se queda sin aire.

Dice no pertenecer a la política de siempre ni a las cúpulas partidarias, a ratos reniega y vocifera en su estilo alternativo desde la plataforma “poco ortodoxa” del ring nacional llamado “sin filtros”, es panelista y dispara frontalmente con carisma de dirigente universitario, de alguna forma, toda nuestra política carga con los ecos de las asambleas y federaciones universitarias.

Este Orrego no tiene linaje real ni representa al palacio, fue un jugado opositor a los proyectos refundacionales y un cuestionador del errático gobierno actual; al parecer es parte de la renovación de la política y la oleada que se opone al vanguardismo progresista. Con más o menos méritos académicos, su discurso del esfuerzo y batalla cultural representa a varios anónimos que empujan este país y padecen el socialismo, estatismo y clasismo del gobierno de turno.

En un mundo paralelo, en un asado postelecciones y Monsalve, se cocina y se toman decisiones desde Cerro Castillo con vista al mar. El humo de la parrilla cubre momentáneamente las crisis en desarrollo y sus secuelas sociales.

El parrillero, es nada menos que el presidente Boric, una señal más de la desconexión, frivolidad e insensatez de la generación gobernante y sus secuaces. Esos que apuntaron y funaron “los 30 años”, proclamando que todo estaba mal en el “oasis chileno” y que ellos tenían las llaves para resolver los cerrojos.

Acomodaron sus discursos mil veces, esa elite descarriada apoya a Claudio Orrego, la que nos trata de “fachos pobres” desde lo despectivo y el ninguneo social; el otro Orrego no es el mal menor en la segunda vuelta, es la forma de expresar el descontento y rechazo a un gobierno negligente, soberbio e indiferente con el reino de Chile.

Rodrigo Ojeda

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