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Carta: “Una metáfora navideña”

una metáfora

Señor Director:
La magia de la Navidad está en al aire, asimismo que esa ilusión que ilumina los ojos de los niños. Pero, sin querer tergiversar el verdadero significado de la Navidad, no me puedo aguantar una reflexión sobre las posibilidades operativas de un relato como aquel del Viejo Pascuero. El cuento nos dice que existe algo así como un octogenario muy inteligente, de una capacidad memorística extraordinaria, que maneja una cantidad de información imposible: los datos que atestiguan el buen o mal comportamiento de los niños del mundo. Asimismo, desde una sede central, decide, finalmente, a quienes premia y a los que no, aunque parece recompensar, de todos modos, a la universalidad de retoños. Para ello, recibe un sinnúmero de cartas y pone atención a la preferencia de todos los usuarios, entregando los productos y servicios en una sola noche a lo largo del globo, sin fallar.


Sin duda, algo de marxista tiene todo esto. La creencia fundamental de que existiría algo así como una mente maestra capaz de manejar una cantidad de datos e información imposible, y gestionar la entrega de regalos o carbón en base al juicio moral del comportamiento humano, es simplemente ridículo. Lo intentó Lenin, Stalin, Mao, Castro y Ho Chi Minh, pero siempre los resultados fueron los mismos: imposibilidad de manejar la información de qué se necesita y lo que se debe producir; juicios antojadizos hacia las personas y su cultura, siendo más fácil purgar la disidencia antes que la conformación; planes quinquenales sin operativa e ineficientes, y un largo etc.


En cambio, la Navidad, operativamente, funciona como lo plantearía Hayek: un mercado en que los que demandan y ofertan hacen sus propuestas hasta determinados equilibrios, diversos agentes económicos funcionando descentralizadamente, encargándose cada de uno de sí mismos y de los suyos, gestionando la entrega efectiva de los regalos a la hora debida tras revisar minuciosamente la información disponible, aunque acotada.


Claramente, La Navidad es un ejemplo de cómo la dinámica económica funciona mucho mejor sin injerencias indebidas de la autoridad y de cómo las ilusiones de izquierda prevalecen como relatos románticos de mundos fantásticos, no dejan de ser eso: una mera ilusión.

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