Señor Director:
Mucho me temo que la petición de remover de manera inmediata al ministro de Hacienda de su puesto no será un cambio significativo, de llegar a concretarse. Especialmente, porque en Chile no existe claridad meridana de quiénes son los culpables del atolladero económico en que nos encontramos.
El relato en los 90’ era claro: éramos los “Jaguares” de Latinoamérica y la afirmación de la confianza en el propio esfuerzo era notable. Sin embargo, la última encuesta Bicentenario traslucía algo que no preveíamos: disminuía la confianza en el propio esfuerzo, dando espacio a la necesidad de algunos chilenos de que el Estado garantizara el acceso a determinados bienes y servicios.
Y el avance de la estatolatría, si se quiere buscar culpables oficiales, tiene un solo nombre: Michelle Bachelet. Todas las políticas públicas llevadas a cabo durante su segundo gobierno demuestran el avance de este “amor” por el Estado y su acción: desde la reforma educacional a la tributaria, pasando por su propuesta de cabildos ciudadanos para presentar un proyecto de nueva Constitución, todas sus maniobras aumentaron el tamaño del Estado y la dependencia de los ciudadanos de la acción estatal.
Lamentablemente, este curso de acción tenía que manifestar sus resultados y hoy Chile no crece económicamente, sus hijos están mal educados, los extranjeros tienen privilegios inusitados en los servicios públicos que financian todos los chilenos, la excesiva regulación impide el emprendimiento y el aumento de la grasa burocrática estatal es incontestable.
En definitiva, la situación del país tiene un solo rostro: ese “no tengo idea yo” de la que puede ser apuntada como el peor Gobierno de la historia nacional.