La tragedia de febrero está a punto de cumplir cinco meses, la fatalidad ya no conmueve del todo
Chile, la copia feliz del… olvido
El baile de los que sobran continúa. “Es otro fin de mes sin novedad” y con nuevos olvidados que no lo están pasando bien en la angosta franja al fin del mundo.
Las lluvias esperadas (necesarias) no alegran a todo el mundo, esa anhelada agua se ha convertido en un obstáculo y un castigo a las múltiples familias afectadas por los incendios de febrero, en Viña del Mar y sus alrededores.
Los damnificados se encuentran en clara desventaja y una desesperanza instalada.
El “no los dejaremos solos” quedó en palabras, las “compungidas” autoridades declararon desde lo políticamente correcto, puntos de prensa y recetas que sabemos de memoria son: “castillos en el aire”. Las medidas intermedias con los afectados están lejos de ser dignas (la dignidad prometida no llegó con el gobierno universitario).
Los damnificados, desde el primer minuto levantaron pancartas (no en el festival de la ciudad precisamente) con mensajes y peticiones de no ser olvidados ni silenciados.
La reconstrucción ha sido lenta y dolorosa, más allá de lo material; hoy la ciudad y sus alrededores cuentan con cerros grises que quedaron en el olvido, con sus muertos y desaparecidos. Cerros que se convirtieron en la tierra del olvido con promesas incumplidas y una burocracia inentendible.
La tragedia de febrero está a punto de cumplir cinco meses, la fatalidad ya no conmueve del todo.
Vaya paradoja y contraste, las viviendas “irregulares” presentan mayores avances a vista y paciencia de todos, en su propio proceso de “reconstrucción”.
En cambio, los vecinos de antaño, los que pagan impuestos y servicios, tienen que seguir esperando.
Al parecer fueron identificados y formalizados los “culpables”, esos dos concertados en la utilización del fuego y sus consecuencias fatales, a cambio de horas extras por sobre la empatía.
“El baile de los que sobran” hoy suma a los olvidados y esforzados vecinos de la tragedia incendiaria. Esos anónimos y resilientes habitantes que desde el primer día clavaron la bandera de Chile en sus patios cubiertos de cenizas y vestigios del daño inconmensurable en lo inmaterial.
El fuego, esa invención o casualidad de la humanidad, ha provocado mucho daño en el presente nacional, ya no es solamente iluminación, defensa, cocción y otros usos dados en el pasado remoto; en Chile hemos olvidado otras tragedias asociadas al fuego.
Por ejemplo, el luto verde del sur (Cañete), con esos tres suboficiales quemados a mansalva, una crueldad nunca antes vista y riesgosamente olvidada tras la ejecución de criminales que campean impunemente por el sur es de esperar que la justicia no tarde tanto y llegue. El crimen de abril reciente está a un paso del olvido. Es necesario y urgente enmendar y restablecer la seguridad en el país, ya que la violencia siempre es un camino sin retorno, violencia que algunos no dudan (dudaron) en incentivar desde el discurso en los incendiarios liceos emblemáticos y universidades.
Al parecer, “nadie nos quiso ayudar de verdad” con las urgencias sociales.
Lamentablemente, el fuego se ha normalizado en la quema de predios, casas, iglesias, escuelas, camiones y buses del transporte público (overoles blancos), ni hablar de su uso en protestas ni en el lejano octubre incendiario que intentó refundar Chile desde la asonada y la calle.
El uso del fuego tiene una señal clara: que arda todo lo que odio, todo lo que detesto y todo lo que es culpable de mis problemas y limitaciones, quememos el pasado. Hemos olvidado que varias autoridades y representantes del gobierno universitario, llamaron a quemar todo y partir de cero en el paraíso soñado por la nueva y vieja izquierda.
“El futuro no es ninguno” a través del camino violento e incendiario, con esas recetas y discursos de: desigualdad única en el universo, avances civilizatorios de su agenda y cientos de consignas que se las lleva el viento, al representar a minorías (nichos, no populares precisamente).
No debemos olvidar, que este gobierno ha conducido las relaciones internacionales con sesgo y cortoplacismo, con torpezas y hasta desconocimiento del tablero mundial e interdependencia, mundo del cual necesitamos en múltiples dimensiones a pesar de nuestra lejanía geográfica y tamaño geopolítico. Boric y su secta, prefieren enemistarse con Israel y no con los secuaces de dictaduras y otros atropellos a la dignidad.
Cada día confirmo más que esta generación universitaria y gobernante, conduce el país desde la liviandad de ciertos juegos de mesa, el clásico: “la gran capital” para los más nostálgicos (ochenteros) o “monopoly” para los más modernos. Una generación con “laureles y futuro” y otros “pateando piedras”, porque la educación pública, gratuita y de calidad fue el trampolín y una trampa discursiva.
Por ahora, somos nosotros los prisioneros de lugares comunes, torpezas y soberbias de las autoridades de turno, una generación que cree que todo empieza con ellos, los adelantados, los de la moral superior (y distraída). No debemos olvidar que hace un par de días un periodista de TV tuvo la osadía (e ignorancia) de comparar a Arturo Prat con Gabriel Boric (un pésimo abordaje periodístico).
Es de esperar que el futuro no sea ninguno para nadie. Mientras tanto, la copia feliz del edén no está en las mejores manos, depende de nosotros votar y retomar la senda del orden y el progreso, ya que el olvido favorece sólo a algunos. Vaya paradoja, la izquierda siempre nos dice ni perdón ni olvido, en sus temas, en sus agendas, en sus discursos y puños en alto.
Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia y Ciencias Sociales