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Delirio Presidencial: Candidatos sin Votos y el Triunfalismo Vacío de la Política Chilena

El ambiente está lleno de anuncios y aspiraciones, como si el mapa electoral hubiera pintado claros ganadores, cuando la realidad es otra.

Delirio Presidencial

Los resultados de las elecciones de octubre de 2024 han desatado en Chile un curioso fenómeno: una carrera presidencial cargada de nombres, pero con escasa sustancia. El ambiente está lleno de anuncios y aspiraciones, como si el mapa electoral hubiera pintado claros ganadores, cuando la realidad es otra. Con una participación histórica del 80%, lo que estas elecciones mostraron fue un escenario de descontento y desencanto, en el que nadie, salvo los independientes, pueden proclamarse vencedores absolutos. Sin embargo, una serie de personajes han decidido ignorar la falta de apoyo y aventurarse en una disputa presidencial que parece tan delirante como desconectada de la realidad.

En el centro de esta fiebre de protagonismo se encuentran figuras como Vlado Mirosevic, quien fue el primero en anunciar su intención presidencial. Desde el Partido Liberal, su postulación no ha sido recibida con el entusiasmo esperado, sino más bien como una maniobra desesperada de posicionamiento. Su anuncio, desprovisto de respaldo significativo en encuestas y sin el apoyo necesario dentro de su sector, más bien parece un intento fallido de construir una imagen de esperanza política.

El siguiente en sumarse fue Rojo Edwards, del Partido Social Cristiano, quien tampoco puede jactarse de un apoyo sólido, ni siquiera entre sus propios aliados. Con el diputado Gonzalo de la Carrera desmarcándose de su candidatura, queda en evidencia la falta de cohesión interna en su partido, haciendo aún más difícil que su postulación genere tracción en el electorado. La realidad es que, aunque el partido social cristiano obtuvo un desempeño aceptable en la elección reciente, este resultado no es suficiente para legitimarse como candidato presidencial.

Y luego aparece José Antonio Kast. Tras la derrota en el plebiscito constitucional de 2023, el líder del Partido Republicano ha intentado reaparecer como el rostro visible de la derecha, pero su imagen no tiene hoy la misma fuerza de 2021, cuando alcanzó la segunda vuelta presidencial con un 27% del respaldo. Las encuestas recientes le otorgan apenas un 9%, reflejando un claro desgaste. La división de la derecha y la falta de claridad en su mensaje le han restado apoyo, lo que incluso ha hecho que su propio partido destaque más que su figura. Esto sugiere que la gente hoy confía más en la “marca” del Partido Republicano que, en su líder, y eso es un problema para cualquier aspirante presidencial.

Este panorama plantea una inquietud: en la derecha chilena, la confianza en los líderes políticos tradicionales parece haber tocado fondo. En este contexto, surge la posibilidad de un outsider, y nombres como Johannes Kaiser y Rodolfo Carter comienzan a sonar. Kaiser, quien logró capturar el apoyo de una derecha crítica y desacoplada del discurso oficialista del Partido Republicano, representa a un sector que nunca estuvo convencido de un cambio constitucional. Sus seguidores valoran su rechazo a los clichés de la política tradicional, y su discurso directo le ha valido un lugar entre quienes buscan una figura nueva. Sin embargo, al igual que otros en la derecha, su desafío es evitar los fantasmas de nepotismo y los juegos de favores, que han generado un profundo escepticismo en los votantes.

La derecha ha promovido por años la libertad de opinión y la defensa de la mente crítica, pero en la práctica, esto ha traído una fragmentación que impide construir liderazgos sólidos. El intento de agrupar a sus bases, como sí lo ha hecho la izquierda, ha sido infructuoso. En lugar de aprovechar esta oportunidad para renovar y fortalecer su mensaje, la derecha chilena se pierde en una carrera presidencial sin brújula, en la que cada candidato parece más enfocado en figurar que en responder a las verdaderas necesidades del país.

La elección de 2024, con su alta participación, evidenció una demanda clara por parte de los votantes: más que lealtades partidarias, lo que buscan es una representación auténtica, desligada de intereses mezquinos y de discursos vacíos. Ante este escenario, la “fiesta” de precandidaturas que han surgido en las filas de los partidos tradicionales sólo confirma la desconexión entre la clase política y la ciudadanía. La carrera presidencial del 2025 está completamente abierta, pero si algo está claro es que las figuras tradicionales tendrán que hacer mucho más que simplemente auto proclamarse como los salvadores del país.

Ricardo Delgado Gaete

ARCA.NEWS

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