Estás obsesionado por controlarlo todo
Te quejas de todo; de lo que haces, de lo que no haces; de lo que hacen los demás; te quejas si te ayudan o si no lo hacen, y al final, no permites que otros te sirvan o te ayuden a avanzar. Esta conducta es tan común como tu propia sombra. La queja es tu recurso frecuente cuando quieres controlar algo y no puedes.
Si te gusta controlarlo todo y a todos, en cualquier momento y lugar, debes entender que solo estás expresando tu miedo, ya que en esa emoción lo que buscas es control. Tienes tres características muy visibles: tu comportamiento ansioso, tu facilidad para criticar y tu constante sensación de frustración (queja).
¿Te encuentras constantemente inmerso en estas emociones?
Si te paseas por el perfeccionismo como excusa para justificar tu obsesión, al final terminarás sufriendo mucho. No te das cuenta de que no puedes controlarlo todo y que cuanto más necesitas controlar, menos colaboración recibes de los demás, lo cual te deja solo.
Observo que te desempeñas como gerente y muestras con suma frecuencia tu necesidad de control, es decir, tus miedos, al no permitir que nadie de tu equipo decida nada; todo lo decides tú, todo lo supervisas tú, crees que solo tú sabes cómo hacer las cosas.
Estás sobrepasado de trabajo, agotado, estresado y has perdido el buen humor. Estás rodeado de gente que te exige, con resultados cuestionables y un equipo que busca excusas para no trabajar. La confianza de tus jefes y colaboradores está en tela de juicio, pero tú sigues creyendo que tienes el control y que así es como funciona.
Cuando la vida te zarandea, afectando tu salud física y emocional, tus relaciones y alejando los resultados que buscas, el control te muestra desde el dolor que eres controlado por él. Cuando te das cuenta de que el “estado de ganancias y pérdidas” de la vida está en color “rojo”, es en ese justo momento en que tu observador se abre para ver el gran hallazgo: el control solo causa dolor.
Aprende a manejar tu obsesión por el control
Lo primero es entender que no tienes el poder para controlarlo todo; “el todo” siempre es demasiado para un solo ser, y cuando comprendas esto conscientemente, la vida se volverá más liviana. Como decía Epicteto, el filósofo griego, en uno de sus discursos: “Solo tras haber aprendido a distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no, serán posibles la tranquilidad interior y la eficacia exterior”.
Luego, descubre ante cada situación donde se hace presente la obsesión de control, cuál es tu miedo. Pregúntate: ¿A qué le temo? ¿Para qué necesito el control? ¿Qué está en mi verdadero control y qué no lo está?
Finalmente, actúa, haz el trabajo, atiende lo que está realmente en tu círculo de influencia y deja que el resto fluya. No hay garantías en la vida (excepto una, la muerte), así que espera los resultados y vive con menos responsabilidades, soltando aquellas que no están a tu alcance o no te corresponden.
Al despertar, aceptar y tomar acción sobre tu obsesión de control, estarás dando un gran paso hacia la posibilidad de vivir más libre, creciendo con otros que no quieren ser controlados por ti, sino que desean volar junto a ti, cada uno con sus alas, cada uno con sus posibilidades; sintiendo el apoyo cuando es necesario y, sobre todo, sintiéndote libre para actuar y decidir.