“No somos magos”, dijo Beckand. “No tenemos trucos ni fórmulas de magia. Lo que hacemos es devolver a las personas a su relación con Dios”
Exorcismos en Bélgica: la Iglesia los ofrece sin complejos
En la web del arzobispado de Malinas, en Bélgica, se indica con toda claridad dónde solicitar exorcismos, o al menos cómo consultar a un exorcista. En realidad, pocas veces se requieren exorcismos propiamente dichos, y distintas oraciones de liberación pueden ayudar a muchas personas. A veces, basta con escuchar, acompañar y orientar. Hay tarea para muchos: en la abadía de Averbode, al norte de Bélgica, se hacen unas 1.000 sesiones de exorcismo al año.
En Bruselas, el párroco de Trois Vignes, Thierry Moser, que es además psicólogo y vocación tardía (se ordenó a los 36 años, tras años de práctica psiquiátrica) explicaba a France Press, con motivo de la visita del Papa, que él realiza unos 200 al año.
La web del arzobispado de Malinas da los datos de contacto del padre Moser para Bruselas. El país tiene ocho diócesis: cuatro dan datos de contacto para exorcismos.
Para la diócesis de Lieja, el servicio EAE (“Escuchar, acompañar, exorcismo”) con un teléfono y e-mail, sin dar el nombre de los responsables. Para la de Tournai, dos exorcistas diocesanos, Michel Decarpentrie y Pierre Depelchin, cada uno con sus datos de contacto y horario.
En Namur, un norbertino y un veterano misionero en África
Para la diócesis de Namur se dan los datos de otros dos exorcistas, el monje premostratense o norbertino Daniel-Marie Ramiro y el sacerdote de los Misioneros de África Jean-Pierre Bondue. En la web de la diócesis de Namur ellos cuentan con tranquilidad su servicio que es, insisten, ante todo un servicio de escucha a personas afligidas.
Jean-Pierre Bondue recibe el encargo de exorcista en 2023 ¡con 87 años! Es verdad que su experiencia de 60 años en África le ayuda. Vivió en Burkina Faso, Costa de Marfil, Malí y la República Democrática del Congo. En Bélgica convive en una casa con misioneros jubilados, muy ancianos, de más de 90 años, y algunos estudiantes jóvenes.
Le ayuda el padre Daniel-Marie, que era capellán de las clínicas universitarias de Mont-Godinne. Le reclutó en la clínica el anterior exorcista, el padre Paul Léonard, agobiado con muchos casos.
Los dos dicen que su tarea consiste en orar mucho y escuchar mucho a la gente y orar con las personas y por las personas. Los casos de posesión en sí son raros, pero se dan.
Daniel-Marie cuenta un caso, de una mujer que acompañaban en la abadía de Leffe. “El rostro de esta mujer ya no tenía apariencia humana. Ese fue, en ese momento, mi sentimiento. Realicé el gran exorcismo, oré durante dos horas. Poco a poco se fue calmando y finalmente se durmió. Regresó unos días después para darme gracias. Había cambiado mucho, nunca la habría reconocido”.
Daniel-Marie añade que, al contrario que curanderos y gurús, un exorcista católico no pide dinero por su tiempo de escucha o de oración, con el que acompañan a muchas personas atribuladas.
Por lo general, él recibe casos en la abadía de Leffe, pero a veces va a casas cuando se da fenómenos extraños. “Cuando pregunto si la casa ha sido bendecida, a menudo me responden negativamente. Lo hago entonces. Con los pobres medios que tenemos, debemos devolver a estas personas el camino de la esperanza, devolverles la sonrisa”, explica. Él tiene claro que “donde decae la fe, predomina la superstición”.
Jean-Pierre Bondue ve que, en Bélgica, como en África, muchas personas acuden a un brujo o morabito y luego consideran que han quedado “maldecidos” o son víctimas de mal de ojo. “Se sienten poseídos, oprimidos. Para ellos es preciosa la palabra y la oración de liberación, sin olvidar la bendición”, explica el veterano misionero. En muchos de estos casos no se necesita exorcismo, pero sí oración, y el sacerdote insiste: es Jesús quien libera.
La abadía que hace exorcismos cada día
Sobre la situación en la región de Flandes habló un reportaje del canal VRT.be.
La abadía de canónigos premostratenses de Averbode es conocida por su cerveza y comida artesanal, pero también es el lugar al que acude la gente que busca exorcismos.
Allí hay tres sacerdotes exorcistas. Uno de ellos explica que la tarea requiere bastante tiempo: hay que escuchar detenidamente las historias de las personas. Él realiza tres sesiones al día y no pasa un día sin que reciba nuevas consultas y peticiones. Dice que muchas personas que le consultan sienten que están bloqueadas en sus vidas y que es una fuerza sobrehumana, sobrenatural, la que les bloquea.
VRT.be consulta a un historiador llamado Kristof Smeyers que está investigando el fenómeno en Flandes hoy y realiza entrevistas y cuestionarios a las personas implicadas. Según sus datos, al menos la mitad dicen que desde que se sometieron a un exorcismo están mejor.
Del hospital psiquiátrico a la práctica exorcística
Cuando fue ordenado sacerdote, en 2009, Thierry Moser tenía 36 años y llevaba tiempo trabajando en el mundo de la psiquiatría, teniendo un título de Psicología Clínica. Detallaba que además le gustaba la música blues y la ornitología.
Ya como sacerdote fue capellán durante años en dos centros psiquiátricos: conoce bien la enfermedad mental y cómo daña a los pacientes y a sus familiares.
Moser dijo a AFP que realiza unas 200 sesiones de exorcismos al año. “Todos se sienten atacados por el demonio y esperan ser liberados”, explicó a la agencia francesa. Suele atender en la Casa San José de Bruselas, en el barrio obrero de Marolles. Le acompaña un equipo de cinco personas que trabajan en su ministerio diocesano.
“Nuestra primera preocupación es acoger a las personas sin juzgarlas”, afirmó Moser. Hablan de sus problemas personales, profesionales, fobias, pesadillas, síntomas físicos…
En su equipo está Jacques Beckand, un diácono que fue entrenado para realizar exorcismos en la ciudad francesa de Lyon y se unió al equipo de Moser hace un año. “Siento que somos una especie de hospital de campaña para la Iglesia”, declara el diácono, citando una expresión del Papa Francisco.
Una sesión con el padre Moser empieza con una oración preparatoria entre los oficiantes, que trabajan en equipos de dos. Luego empiezan a orar con la persona afligida, pueden añadirse canciones, y después se pasa a la proclamación del texto del Rito de Exorcismo Mayor, que solo pueden usar sacerdotes expresamente designados por un obispo para ello, por lo general el exorcista diocesano.
“No somos magos”, dijo Beckand. “No tenemos trucos ni fórmulas de magia. Lo que hacemos es devolver a las personas a su relación con Dios”, insiste este diácono.