¿Qué es Hezbolá?
A simple vista podría tratarse de un grupo en gira, quizás un lector desprevenido o alguien que no revisa la prensa podría perfectamente confundirse con el título. Pues no, no se trata de una gira más, ni un grupo cualquiera o de la presencia inocua en el fin del mundo. ¿Qué es Hezbolá? Dicho en simple, es una organización terrorista, un grupo chiita y una rama radical del islam.
Dicen ser los oprimidos y herederos, contar con la legitimidad desde el sacrificio en favor de los marginados, mediante una lucha (interna y externa) a partir de lo religioso. Poseen una visión del mundo política y religiosa con apoyo en sus bases (adeptos), más allá de lo ideológico y mundano.
Es el “Partido de Dios”. Un movimiento terrorista nacido en el Líbano. Un partido centralizado en lo religioso y político con milicianos y una vía armada de resistencia, que cuenta con apoyos soterrados de Siria e Irán. Hezbolá es una amenaza global que algunos relativizan. Odian a Israel y propagan abiertamente su eliminación de la faz de la tierra.
Este grupo aplica en sus integrantes un sistema de control de las vidas de sus seguidores, más allá de lo religioso. Este movimiento radical dice representar una resistencia en contra de Israel y la cultura occidental. Ha convencido a sus seguidores y militantes de la posibilidad real de “derrotar y destruir a Israel”.
Hoy representa el antisemitismo no sólo en la región del oriente medio; actúa mediante estrategias de guerrillas y de atentados terroristas (de conmoción pública), lo que se convierte en un atractivo entre sus seguidores de ultramar, de esta forma consigue nuevos adeptos por el mundo, los cuales se suman al objetivo final: destruir a Israel y a Occidente.
Sabido es que Hezbolá cuenta con simpatías y redes de apoyo, y devoción no sólo en el oriente medio.
En su interior, sostienen el convencimiento cuasi divino de atacar y resistir al enemigo, una doble experiencia de ser combatientes y mártires, de sufrir por una recompensa. Hezbolá enarbola la Yihad, la defensa a ultranza del Islam en contra del extranjero (la guerra santa), en especial, su odio revolucionario en contra de Israel mediante ataques por sorpresa. Como ya se dijo son representantes y difusores de una nueva variante del antisemitismo, entendido éste como un prejuicio y odio al otro.
El problema del antisemitismo no es sólo su existencia y expansión, es que desde ese lugar se culpa al otro y se convierte a la víctima en el responsable del repudio y su rechazo. Debemos estar atentos al antisemitismo en sus distintas manifestaciones, es un tren de intolerancia y secuelas con estaciones ya conocidas.
La intolerancia llegó a espacios impensados, llegó a ciertas universidades en el mundo, un fenómeno al menos incomprensible; la universidad no es el espacio indicado para acusar a otro ni establecer verdades absolutas. La moda universitaria local y mundial apoya la causa Palestina sin comprender del todo el conflicto.
Con severas contradicciones conceptuales y existenciales. Lo universitario es a ratos francamente patético en sus puestas en escena. Las advertencias sobre la presencia de Hezbolá y el antisemitismo en el mundo no son nuevas y están siendo desoídas incomprensiblemente en distintos espacios.
Partamos por casa, la comunidad judía en Chile viene alertando un aumento de “contenido antisemita” en gestos, rayados y mensajes en redes sociales, manifestaciones que en nada consideran que dicho conflicto en Medio Oriente pasa por otros actores y desacuerdos políticos lejanos en todo sentido, lamentablemente algunos interlocutores mediáticos insisten en “poner a todos en el mismo saco”.
El conflicto en la franja ha generado una preocupante odiosidad en contra de Israel y su legítimo derecho a defenderse del terrorismo. Las víctimas y secuestrados de Israel quedaron en un total segundo plano. El conflicto en Gaza ha alimentado odiosidades, incluso reflotando mitos y tergiversaciones históricas, la franja se convirtió en combustible para la expansión y difusión del antisemitismo hasta en los más rincones lejanos e impensados.
Reitero, cuesta creer que las universidades, esos espacios del conocimiento, el progreso y la diversidad, sean eco de estudiantes con banderas y consignas balbuceantes e intolerantes. Parece que las tomas (esos recesos académicos) están necesitadas de temas y de atención.
Las alertas están activadas, existe un avance de ideologías intolerantes y violentas, que cancelan al otro por pensar distinto, no aceptan la coexistencia de versiones e interpretaciones dispares del mundo. Prefieren abrazar las causas de Hamas y de Hezbolá con tal de acusar y recriminar de todos los males a Israel (el enemigo de turno). Poco entienden que todas sus expresiones de diversidad no tienen cabida en la visión de mundo del extremismo religioso del oriente medio. Hoy vemos causas sin causa, salvo la riesgosa moda de oponerse a Israel y no aprender de la fatídica historia del Holocausto.
La polarización ha llegado para quedarse no solamente en las ideas y consignas de turno, sabemos de la presencia y pactos de agentes que se mueven por el mundo. Chile no ha quedado exento de estos viajes ni presencias en “los territorios”. Nos han avisado interna y externamente de la presencia y operaciones (no del todo legales precisamente), no son peligros menores ni inventos de la “prensa burguesa”. El extremismo busca adeptos y recursos en un mundo globalizado, en un escenario con relativismos existenciales y morales, sumado a la propagación del odio.
En Chile, hemos pasado del izamiento de una bandera de Hezbolá a diversos informes e investigaciones sobre sus operaciones en territorio nacional. No es aceptable que el gobierno ni el Estado no actúen con celeridad, ni tampoco que no se ponga atajo a tiempo al avance de ideas y operaciones de adeptos al extremismo ideológico y religioso.
De tanto preocuparnos del anticomunismo visceral algunos miran para el costado ante el avance del antisemitismo por las franjas, a poco andar pasarán de las palabras a los hechos. La historia no puede repetirse. Hoy estar del lado del extremismo es riesgoso e injustificable. El antisemitismo es un “retroceso civilizatorio” indiscutible.
Lamentablemente el gobierno está preocupado de un supuesto anticomunismo y de un ininteligible antigabrielismo; esta generación gobernante y utópica está a un paso de denunciar en sus casas que alguien los miró feo en la calle.
Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia y Ciencias Sociales