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El milagro de la luz tiene pasado y presente con memoria, resistencia, persecución, eternidad, esperanza y oscuridad. Esta fiesta de las luces con velas y un candelabro es una ceremonia judía de ocho días en los cuales hay oraciones, comidas, juegos y regalos. Son nueve velas que se encienden en lugares visibles de cada casa y el mundo.

Janucá

La luz representa identidad y compañía en la oscuridad actual en los distintos rincones de la humanidad. Esta celebración milenaria no ha pasado desaperciba en el errante Chile, existe una animadversión evidente y una intolerancia sombría que arrincona la coexistencia entre religiones, culturas y la libertad de culto.

De “capitán a paje” hay declaraciones marcadas por la odiosidad, confrontación e ignorancia. Con barras bravas que amplifican la antipatía hacia la comunidad judía local en redes sociales y en las calles. Todavía hay ilusos que creen que el conflicto en Gaza (no iniciado por Israel) se resolverá en nuestras lejanas tierras, incluso cambiando el nombre de una calle en Ñuñoa.

Cuenta la leyenda progresista que algunos osados calificaron de “estadista” al actual presidente Boric; el cual hoy habita la “moderación”, sin olvidar que es un presidente accidental y caprichoso en las relaciones internacionales. Gobierna mediante desprecios públicos y privados a actores fundamentales de la historia de la humanidad, el pueblo judío y el judaísmo.

Cabe recordar algunas actuaciones del mandatario: la “bienvenida” al embajador de Israel en Chile, sus declaraciones parciales sobre el conflicto en Gaza, los juicios hacia el primer ministro de Israel, sus apoyos a “la causa palestina”, la exclusión en la FIDAE, el apoyo a la demanda por “genocidio”, la falta de un embajador chileno en Israel y sus ausencias en la ceremonia de Janucá en La Moneda (participó silente el año 2022).

Sin jamás condenar a Hamás está muy lejos de ser un estadista.

Boric adoptó una postura de aversión y renunció a ser “el presidente de todos los chilenos”, no sólo por la ausencia a la ceremonia judía, en contraste optó por el apoyo mediático a la comunidad palestina, una conducta injustificable, ajena a la dualidad y responsabilidad de todo jefe de Gobierno y Estado.

En el arte de gobernar, la prudencia es una receta que no se extingue, al igual que en el milagro de la luz, e ilumina en la toma de decisiones mediatas e inmediatas. El habitante del palacio ha sido majadero al inmiscuirse en un conflicto a miles de kilómetros de distancia, descuidando el patio de la casa propia, nuestra frágil franja local.

En palabras de Ariela Agosin, el presidente Boric “ha discriminado a la comunidad judía en Chile”, dejando sin respuesta varias peticiones, tras ataques personales e institucionales ocurridos durante el año que finaliza.

La única respuesta ha sido la indiferencia, el trato desigual e impulsivo de abierta confrontación con sesgos ajenos al mandato presidencial, al parecer la diversidad y tolerancia predicada por el frenteamplismo no incluye a la comunidad radicada en Chile ni a los chilenos que viven en Israel.

Es evidente que al mandatario no le agrada la fiesta de las luces, prefiere participar de otra, la fiesta de los abrazos de la ideología comunista, la cual hace guiños al terrorismo islámico. Juntos apoyan el llamado tribal “del río al mar”, del Jordán al Mediterráneo; una retórica radical que apuesta por la desaparición de Israel, un llamado que enarbolan Hamás y Hezbolá, dicho en simple: un discurso de odio y antisemitismo.

Otros actores mediáticos se han sumado a la odiosidad, por ejemplo, el senador Moreira y sus dichos fascistas e intolerantes ante el símbolo del candelabro en el sur de Chile. A pesar de lo anterior, es improbable que estas sombras apaguen la luz y borren el legado histórico del mundo judío, aunque la batalla comunicacional es desigual y malintencionada más allá del conflicto en Gaza.

Al parecer varios desconocen la existencia de soldados chilenos-israelíes defendiendo las libertades occidentales frente a las sombras del terrorismo en Medio Oriente. La fiesta de las luces es un milagro, un símbolo y un mensaje de esperanza en tiempos difíciles no sólo para el mundo judío, en nuestra tierra hay dolores debido a la violencia y promesas incumplidas. Hoy, necesitamos de acciones positivas y combatir las sombras del mal donde sea, las odiosidades del antisemitismo y la intolerancia en las franjas.

Cada luz del candelabro es un faro y una plegaria ante las adversidades personales y colectivas, es un llamado a la coexistencia, la solidaridad, al respeto, esperanza y tolerancia. Celebremos las fiestas de la Navidad y Janucá, busquemos las semejanzas más que las diferencias. “Seamos luz en la oscuridad”, ya que los pueblos quedan y los presidentes sombríos pasan.

Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia

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