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La Casa de papel

La casa de papel

Recrea una banda dispuesta a ejecutar un plan perfecto mediante un diseño coordinado para dar el gran golpe, es un atraco intrincado de proporciones millonarias. La famosa serie cuenta con cinco temporadas y una sexta en camino. Un guion ficticio con personajes, pasiones y episodios. Es un grupo seleccionado, con roles y funciones, mandatos y personalidades tras el gran objetivo. Ningún movimiento queda al azar, todo está coordinado por el cabecilla y sus secuaces. La meta es audaz y una sola.

En Chile, otra casa y banda familiar, un monto millonario y papeles notariales han superado al guionista de la vida. La realidad nunca deja de sorprender y supera de golpe a los intelectuales vanguardistas.

En pleno verano, las noticias y polémicas están concentradas en una dirección de un barrio residencial en la capital del reino. Al parecer, la familia Allende sigue tropezando con la misma piedra constitucional del pasado y el presente. Más allá de lo jurídico y leguleyo, hay piezas que no encajan y faltan en el rompecabezas del gobierno. Es poco creíble que no conozcan los limites de la resistente “constitución de los cuatro generales”.

No les agrada la ratificada Carta Magna, pero desconocerla y no respetarla en un negocio inmobiliario (con precio de mercado y no precio justo), es digno de una serie televisiva. Tal vez, un actuar premeditado de quienes se sienten por sobre todo y todos. Desde el gobierno y el oficialismo han tratado de tapar del sol con un contrato notarial, además de frases y eufemismos, al decirnos que se trató de un “error garrafal”, “una compra fallida” y un “error administrativo” sin ni siquiera sonrojarse.

El ministerio de la verdad se ha desplegado en paneles y puntos de prensa tratando de explicar lo inexplicable. Hay que avisarles que el día de los inocentes ya pasó. El propio presidente Boric está involucrado en el caso de la casa de papel, aparece su firma y su afán por figurar como heredero de Salvador Allende. Su viaje al polo sur no fue suficiente, el hito logrado no satisface su ánimo de situarse en el centro de todo (con Monsalve hizo lo mismo).

Camino al fin del mundo, resonaron sus alocuciones sobre un nuevo museo de la izquierda. Es un presidente extraviado y desmesurado, que transita entre el futuro y el pasado, entre su viaje al polo y el allendismo, pero olvida de habitar el presente y abordar las urgencias sociales (un tema que sobrepasa estas líneas).

La casa residencial de Allende en Guardia Vieja 392, fue por varios años su vivienda familiar hasta el traslado a la casa presidencial en Tomás Moro. El inmueble está en la mira tras una compra inconstitucional que no resiste excusas ni buenas intenciones. Algunos ven en la casa un espacio histórico y arquitectónico, una especie de museo y santuario del socialismo allendista. El gobierno de Boric decidió comprarla, desde el romanticismo de décadas que no volverán; llamativamente el frenteamplismo sigue anclado al pasado y a la confrontación política, con asesores que no asesoran ni advierten las consecuencias políticas ni constitucionales.

En la morada de Guardia Vieja 392, hay dos pisos, muebles de la época, un comedor y una oficina con recuerdos de conversaciones, papeles y espíritus que pululan recreando campañas políticas de otro Chile; un país irreconocible y distante no sólo por el paso del tiempo.

De seguro en esa casa, con luces y sombras, es posible encontrar borradores y escritos del médico y político Allende, en los cuales plasmó ideas de racismo, una mirada determinista y juicios sobre “minorías” de esos tiempos, varias de ellas expresadas en su tesis universitaria llamada “Higiene Mental y Delincuencia”, y en un proyecto de ley mientras fue ministro de sanidad. Por ahora, las partes han “desistido de la compra y venta”.

El tema inmobiliario e inconstitucional no está cerrado, la senadora y ministra deberán replicar a la destitución de sus cargos. El museo familiar ha quedado en segundo plano y el pasado se ha colado en el presente, recordándonos al responsable del desastre y derrota de la Unidad Popular (UP).

Un proyecto político que la izquierda frenteamplista y el comunismo consideran “inconcluso”. Para ellos, la continuidad de la UP pasa por refundar Chile, por las buenas y por las malas, es decir, “la tumba del neoliberalismo” y “la revuelta popular”. Boric desde el romanticismo ideológico ha tomado la posta del “supuesto legado allendista”. Un legado que los obsesiona en los discursos y en los papeles.

Los herederos de la inconclusa UP son un peligro para la democracia liberal y para “los avances civilizatorios” resguardados en la vilipendiada constitución que modernizó a Chile y a millones de casas, pasando del blanco y negro a los colores.

Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia

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