“Fue una asonada que utilizó los tumultos violentos con un fin político y revolucionario.“
Lucy
El título refleja una película del año 2014 y algo más, por ejemplo, verla permite reflexionar sobre el potencial del pensamiento humano, su capacidad de razonar y los límites materiales e inmateriales. La mencionada película, cuya protagonista es Scarlett Johansson llamada Lucy, parte de la premisa del uso parcial de la capacidad cerebral y el anhelo por aumentar su uso con múltiples beneficios. No es este el lugar para comentar la trama ni menos realizar un spoiler (esa majadera expresión generacional).
En Chile, existe otra Lucy, una mujer de izquierda pensante, hace uso de su capacidad de razonar y reflexionar sobre el hoy. Es filósofa, ensayista, columnista, es una polemista que entrega su visión del mundo a contracorriente ante posturas absolutas y sacras en el Chile actual.
Lucy Oporto se radicó en Valparaíso, cursó estudios de filosofía y actualmente es parte de un doctorado.
Lucy regresó a los estudios de posgrado, lo cual es un ejemplo vivo del “nunca es tarde ni tan temprano para iniciar o retomar los estudios”. Es de las pocas figuras intelectuales que no recurre a los lugares comunes ni a lo políticamente correcto, no posee la verdad, pero intenta aproximarse a punta de reflexiones.
Es humilde al reconocer sus límites y no teme en entregar su mirada sobre temas controversiales.
Tampoco teme a la horda intelectual.
Su preocupación es el presente, en especial, los lugares académicos en los cuales los ambientes están saturados de intolerancia, pobreza en los debates y actuaciones matonescas que ensombrecen el sentido de la Universidad, es decir, ya no es del todo un espacio dedicado a la “búsqueda del conocimiento, el desarrollo de la capacidad de conciencia y la racionalidad”. Es una academia ensimismada, una especie de realeza, que reza: “todo dentro de ésta, nada fuera de ella, la verdad soy yo”.
No es menor lo que sucede en las universidades emblemáticas.
Los muchachos del patio (parafraseando a Renato Garin, pasan más tiempo en los patios que en las aulas, y estudian poco), y todos sabemos que las universidades tienen que captar alumnos y al mismo tiempo “retenerlos”, sin importar la formación (calidad) profesional y humana.
Oporto se esfuerza por entender la realidad, sin ataduras, pactos ni deseos de algún cargo u obtener renombre (los vicios de la academia). La ensayista señala que la violencia no ha terminado, para ella, las cenizas del violento e incendiario octubre de 2019 siguen latentes y esparcidas en un ambiente de polarización; un octubrismo al acecho, “esperando su momento” a pesar de la derrota democrática (primer ensayo constitucional), con el recuerdo fresco de las victorias obtenidas en la calle a fuego y sangre.
Fue una asonada que utilizó los tumultos violentos con un fin político y revolucionario.
Para Oporto, la asonada de octubre estuvo marcada a fuego por la impronta refundacional en los actores e intelectuales vanguardistas. Ese movimiento intentó partir de cero y refundar todo.
Sumado al aspecto generacional que mira su ombligo y cree que la historia empieza con ellos (varios estuvieron en las sombras de la asonada, ya sea por acción u omisión, hoy desconocen al can). No hay que olvidar que la violencia de octubre contó con un orden y fue un ataque en masa con un propósito destructivo, un mal colectivo que ve con desprecio la moral, lo conservador y las tradiciones, una masa que no duda en banalizar los conceptos, reducir el pensamiento y transmitir caricaturas cargadas de odiosidad, respaldados en una ideología que impone su interpretación de la realidad y el falso dilema: “estás con nosotros o en contra”.
Para ellos, la pertenencia al grupo es la que determina su identidad individual, por eso recurren a “politizar absolutamente todo”, en ese mundo se entiende que digan que existe un “antigabrielismo” y una persecución en contra de Jadue; utilizan la retórica, la manipulación y el victimismo.
Todo lo anterior, a juicio de Oporto produce un “debilitamiento de la libertad de expresión” con sus “posiciones fanáticas y persecutorias”, y un victimismo dispuesto a oprimir la disidencia desde la manipulación del lenguaje, lo unilateral, lo matonesco y, una dosis no menor de odio e ignorancia. La díscola Lucy Oporto razona y reflexiona con sus capacidades y nos invita a desconfiar del lugar común venga de donde venga.
En paralelo, nos alerta de la polarización vigente y del victimismo como herramienta política. También, nos advierte del octubrismo y su cambio de piel sin moverse del objetivo refundante, un proyecto que ha sido recubierto de una “hipocresía estratégica”; tal vez octubre no fue la última asonada y veamos otros intentos con un brazo armado que se siente cómodo en la calle.
El brazo armado ya demostró sus ansias mediante la vía insurreccional y su meta final: la refundación y la obtención de todo el poder. Por ahora, en invierno la manada y la horda descansan en su guarida. Por suerte, contamos con una intelectual, una porteña por adopción que nos entrega su mirada de mundo sin tapujos y nos invita a reflexionar el Chile actual.
Injustamente la autora ha sido descalificada y mirada en menos por los jueces de la verdad y del monopolio académico, algunos de ellos justificaron la violencia de octubre, sintonizaron con la “revuelta” y el “estallido” y lo recubrieron con un manto extravagante, e intocable en las causas y diagnósticos que ellos quieren ver y establecer desde sus monografías, llevando agua a su molino e ideología.
La esencia de la intelectualidad es revisar y reflexionar sobre el pasado y el presente, censurar miradas distintas está muy lejos de la actividad intelectual, las miradas únicas y las verdades oficiales son propias de las dictaduras, no hay que perderse.
Al parecer los intelectuales del octubrismo no quieren abandonar sus trincheras, guaridas, pulpitos y cátedras. La idealización del lumpen, de la primera línea no son el camino. Bienvenida la arista de Oporto, una mujer valiente sin compromisos, una intelectual y reflexiva que desde su escritorio ahuyenta las manadas: la intelectual, militante y callejera.
Gracias Lucy Oporto.
Autor: Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia