Con la presentación de Andrea Bocelli en el escenario de la Quinta Vergara, el público chileno vivió lo que quizá jamás habían vivido, por la poca costumbre de visitar teatros para escuchar sinfónicas, orquestas o coros y lo poco asiduos a la música docta: el éxtasis que produce la belleza pura. Y, tal como Santa Teresa, terminamos emocionados al punto de las lágrimas, sofocados, aturdidos, pero a su vez engrandecidos y llenos de espíritu. Los chilenos acaban de recibir un regalo. De esto nos perdemos por estar bajo el yugo “cultural” de una izquierda que prefiere el flaiterío y la decadencia hipersexualiazada de su agenda retrógrada. ¡Ojalá este presente que nos hace el cantante italiano no se desperdiciara, Dios mío!
Señor Director
¡Ojalá este presente que nos hace el cantante italiano no se desperdiciara, Dios mío!