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¿Tolerancia Religiosa o Pluralismo Religioso?

“¡Fuera los ateos!” gritaba la multitud mientras el magistrado aprobaba la condena a muerte del indefenso anciano, quien había sido objeto de una cruel persecución a manos de fanáticos. Policarpo, obispo de Esmirna, fue martirizado por el procónsul romano a mediados del siglo II.

¿Tolerancia Religiosa o Pluralismo Religioso?

¿Tolerancia Religiosa o Pluralismo Religioso?

Lejos de ser una historia típica de un pensador libre perseguido por la Iglesia por no profesar la fe cristiana —algo que, por cierto, rara vez ocurrió en la historia—, este martirio era un fenómeno común durante los primeros siglos del cristianismo en la Roma pagana. Podríamos inclinarnos a pensar que esta persecución se debía a la oposición entre religiones, es decir, que los cristianos eran perseguidos por no ser paganos. Si bien es cierto que los cristianos negaban el paganismo, esta no es la razón principal por la cual sufrían persecuciones. Entre las diversas razones se destacan:

  • El secretismo del culto cristiano: La Santa Cena (o Eucaristía) se celebraba únicamente para los miembros de la Iglesia, por lo que cualquier visitante que participaba en la primera parte del culto (adoración, oración y homilías) debía retirarse. Esto comenzó a generar rumores sobre incestos (ya que los cristianos se llamaban “hermanos” entre sí), bacanales, sacrificios humanos (por comer “la carne y la sangre” de Cristo) y otras conclusiones sacadas de contexto por la falta de conocimiento sobre los rituales de los primeros creyentes.
  • La negativa de los cristianos a participar en diversas esferas de la sociedad: Rehusaban ser parte del ejército, asistir a la escuela, visitar hospitales y participar en otros espacios sociales y culturales, ya que en estos lugares se practicaban ritos paganos en los cuales todos debían participar.
  • La negación de la “verdad” de otras religiones y el rechazo a participar en sus prácticas.

Estas últimas razones son las principales por las cuáles se perseguía a los cristianos, en primer lugar, su reclamo a la verdad exclusiva (osea, que las demás religiones son falsas) y su negación, por consecuencia de lo anterior, a participar de ellas.

Políticamente, Roma era un vasto imperio que abarcaba desde España hasta el Medio Oriente, integrando diversas culturas, etnias y religiones. Al igual que el Imperio Inca, los romanos tenían la costumbre de integrar los credos religiosos de los pueblos conquistados, permitiendo todas las expresiones religiosas (que no se consideraran inmorales, como ciertas sectas místicas). Roma practicaba lo que hoy en día se conoce como pluralismo religioso. Esta forma de religión es la más inclusiva y, por virtud de cualquier paradigma que pretenda maximizar su inclusividad, también es la más intolerante, paradójicamente.

El problema de Roma con los cristianos no era su religión diferente, sino su declaración de la verdad exclusiva. Los romanos perseguían a los cristianos, a quienes llamaban ateos, porque ellos negaban la existencia de otros dioses, en términos modernos: eran intolerantes. No es que los cristianos no toleraran la existencia de otras religiones, sino que se negaban a participar en ellas. Aquí radica el peligro del pluralismo religioso, que sostengo que es la trampa que enfrenta a la Iglesia moderna frente a las ideas de libertad y tolerancia religiosa.

Con respecto a la historia de los cristianos, no encontramos una intolerancia hacia otros credos; generalmente, los cristianos han coexistido pacíficamente con la idea de que existen otras creencias. Los conflictos religiosos en la historia (que representan solo el 6% de todas las guerras a lo largo de la historia, según la Enciclopedia de la Guerra de Gordon Martel) —como las famosas Cruzadas— son, en su mayoría, guerras de carácter político, externas a la sociedad misma, no conflictos internos.

Cuando hablamos de persecuciones religiosas, estas suelen surgir debido a la aparición de herejías. Debemos distinguir que la herejía no es una “religión diferente“, sino un movimiento que busca “modificar el cristianismo“, y aquí es donde surge el conflicto, dentro de la comunidad cristiana, no fuera de ella.

Por lo tanto, no abordaré en este análisis los puntos anteriores, ya que mi intención es esclarecer la interacción entre diferentes religiones dentro de una misma sociedad. Regresando al contexto romano, el doctor Nick Needham, en su libro 2.000 años del Poder de Cristo, Volumen 1, señala que algo que los romanos no podían tolerar de los cristianos era su negativa a adorar al César (quien era considerado un dios) o a participar en sus ritos paganos. Desde la perspectiva romana, la tolerancia religiosa se basaba en aceptar la validez de todos los credos. Es importante destacar que, si uno acepta la verdad de algo, carece de bases epistémicas sólidas para negarse a participar en ello. Rehusarse a participar en los ritos, por lo tanto, se consideraba una afrenta a la sociedad en general, lo que justificaba su persecución y condena, incluso con pena de muerte. Actualmente, encontramos situaciones similares; negarse a usar el lenguaje inclusivo, participar en la ilusión de la ideología de género o incluso orar en público son actos que atentan contra el pluralismo religioso. El cristianismo se erige como la antítesis del pluralismo religioso. Mientras los pluralistas incluyen a todos siempre y cuando nadie declare una verdad exclusiva, los cristianos invitan a todos a aceptar la verdad exclusiva.

En consecuencia, el pluralismo religioso implica una participación activa en todos los credos, salvo en aquellos que son exclusivos. Puedes identificarte como cristiano, pero esto es secundario a adorar al César (ya sea la ideología de género, el lenguaje inclusivo, el aborto, la eutanasia, etc. Todas estas cosas debes aceptarlas en una sociedad moderna, luego puedes ser cristiano, puertas adentro, mientras no ofendas a nadie).

La libertad religiosa se practicó de manera ejemplar en los primeros siglos de los Estados Unidos, donde este principio fue establecido desde un comienzo para proteger las diversas confesiones cristianas presentes en el país. Es por ello que pensadores ateos, budistas, hinduistas, islámicos, judíos y de la nueva era han prosperado en sociedades cristianas, a diferencia de lo sucedido en teocracias donde se aniquilan credos disidentes o donde el pluralismo religioso acaba despojando a toda religión de su esencia, convirtiéndola en un mero cadáver secular.

Pero, ¿cómo es posible que una postura que parece tan intolerante y exclusiva, como el cristianismo, pueda dar lugar a un ambiente tan fructífero para otras creencias? Yo postulo que la verdad nos hace libres. Los cristianos evangelizan con la verdad; los musulmanes, con la espada; y la nueva era se ofende si no se está de acuerdo con ellos. Dentro del paradigma cristiano se sostiene el principio de amar al prójimo, lo que implica decir la verdad, pero sin obligar a otros a aceptarla. Por lo tanto, el principio de libertad religiosa se fundamenta en la no imposición coercitiva de la verdad, pero sin renunciar a proclamarla.

La libertad religiosa no implica que un Estado carezca de una confesión; Estados Unidos y Chile han sido históricamente estados cristianos. Sin embargo, a diferencia del pluralismo romano intolerante, no existe una herramienta de control que obligue a las personas a obedecer el credo proclamado por el Estado.

El pluralismo religioso obliga al Estado a utilizar la fuerza para imponer la inclusividad en la religión, comprometiendo así a todas las religiones, ya que son, en parte, sistemas de declaraciones de verdad exclusiva. Un Estado cristiano públicamente confiesa su fe, pero no coacciona a nadie para que se someta a dicha confesión.

En conclusión, como bien se dice, la libertad es la capacidad de decir no. La libertad no se define como un Estado laico, pluralista y sin confesión (porque irónicamente, estos atributos son, al mismo tiempo, confesiones). En cambio, la libertad está en un Estado que reconoce cuál es la verdad, la confiesa, pero no coacciona a través de la fuerza a aceptarla.

Hoy en día, nuestros estados están inundados de “tolerantes” religiosos que, desde su perspectiva neopagana-pluralista, intentan proteger a cada ciudadano de cualquier declaración de verdad excluyente, ya que esto contradice su visión de un mundo inclusivo. Las Iglesias cristianas han abrazado esta falacia; han olvidado a Policarpo y se han sumado a las filas romanas, condenando a cualquiera que sea fiel a la confesión de que Jesús es la verdad.

El cristianismo, por su propia naturaleza, es un reclamo exclusivo de verdad, de LA VERDAD. Lamentablemente, nuestras iglesias han perdido todo ánimo de proclamar el evangelio en los ámbitos públicos, políticos, científicos, educativos y familiares, por miedo a “coartar libertades” o a no “imponer religión”. Sin embargo, la religión no la imponen las personas, sino los Estados, que buscan establecer una única religión predominante o amalgamar todas en una sola.

Es lamentable que aquel documento firmado por Thomas Jefferson, destinado a proteger la Iglesia garantizando la libertad religiosa y separando la Iglesia del Estado, haya degenerado en tolerancia religiosa, conduciendo al pluralismo. Nuestra Iglesia necesita despertarse de este engaño para evitar ser devorada por el mundo.

Oremos para que nuestra Iglesia vuelva a posicionarse junto a Policarpo, frente a las fieras, a las amenazas del mundo, a los gritos, la rabia, los insultos y las afrentas, ante los emperadores de este tiempo, mientras ellos, como el magistrado, exigen: “Jura, y te soltaré; insulta a Cristo”. Que nuestra Iglesia, junto a Policarpo, pueda responder: “Durante ochenta y seis años he sido su siervo, y no me ha hecho mal alguno. ¿Cómo puedo ahora blasfemar de mi Rey que me ha salvado?

Ojalá puedan alentarte las últimas palabras de Policarpo antes de ser martirizado en las llamas: “Oh Señor Dios Todopoderoso, Padre de tu amado y bendito Hijo Jesucristo […]  te bendigo porque me has concedido este día y hora para que pueda recibir una porción entre el número de los mártires en la copa de Cristo […] Que pueda ser recibido con ellos en tu presencia este día, como un sacrificio rico y aceptable […] Tú que eres el Dios fiel y verdadero. […] sea gloria ahora y [siempre] y por todos los siglos. Amén.

Fernando Ortiz Herrera
Admirador de Policarpo de Esmirna

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